El reciente agravamiento en las tensiones entre Irán e Israel no solo resurge como un detonante de violencia regional,
sino que también plantea una amenaza significativa para la estabilidad global. La prolongación de este conflicto podría
desencadenar una serie de eventos económicos y políticos que afectarían no solo a Oriente Medio, sino a todo el mundo.

Las repercusiones económicas podrían sentirse en el aumento de los precios del petróleo, afectando las economías
globales aún recuperándose de los efectos de la pandemia. Además, la inestabilidad podría provocar un aumento en
los movimientos de refugiados hacia países europeos, lo que a su vez podría generar tensiones políticas en esos países.

Los analistas políticos advierten que la continuidad del conflicto podría llevar a un realineamiento de las alianzas
internacionales, con países optando por apoyar abiertamente a uno u otro lado, lo que podría alterar el panorama
geopolítico de la región. La comunidad internacional se ve presionada para actuar y evitar que el conflicto se desborde
en una crisis más amplia que amenace la paz y seguridad mundial.